Salomón en el tribunal de justicia…



Cuando Salomón examinó por primera vez la vida debajo del sol, su punto de vista era distanciado y filosófico; su conclusión fue que la vida no tenía sentido y era monótona. Pero cuando examinó la cuestión de nuevo, fue a donde las personas estaban realmente  viviendo y descubrió que la vida no era tan simple. El investigador  encerrado en su torre de marfil nunca tendrá una visión equilibrada de su materia si permanece en su torre. El aprender y el vivir deben  caminar juntos.
Salomón había sido un rey sabio y justo, pero era imposible que él pudiera garantizar  la integridad  de cada funcionario en su gobierno. Salomón fue a un tribunal de justicia para observar un juicio, y allí vio que los inocentes eran oprimidos por los funcionarios ambiciosos de poder. Las victimas lloraban, pero sus lágrimas  no servían de nada. Nadie  se acercaba a ellos para animarlos o asistirlos. Los opresores tenían todo el poder y sus victimas eran impotentes para protestar o reclamar que se hiciera justicia.
El orador   estadounidense Daniel Webster llamó una vez a la justicia  “el ligamento que mantiene unidos  a los seres  y naciones civilizadas”. El estamento político  en los días de Salomón tenía muchos  ligamentos rotos. El rey fue testigo de tres tragedias: (1) la opresión y la explotación en los tribunales de justicia; (2)  el dolor y la tristeza en la vida de seres inocentes; y (3) la despreocupación  de parte de aquellos que podían haber ayudado.
¿Por qué no hizo  Salomón algo acerca de esta injusticia? Pues después de  todo él era rey. ¡Qué pena, ni siquiera el rey podía  hacer mucho  para resolver el problema! Porque una vez que Salomón empezara a interferir con su gobierno y a reorganizar las cosas, solo crearía otros problemas y se revelaría más corrupción. No estamos sugiriendo que tenemos que perder hoy la esperanza de limpiar la política de la corrupción.  Como ciudadanos  debemos velar por todos los que están en autoridad y hacer todo lo que podamos para lograr que se aprueben leyes justas y se apliquen  con equidad. Pero es dudoso que una organización administrativa como la que tenía Israel estuviera libre alguna vez de toda corrupción, o que una cruzada pudiera mejorarlo mucho.  

Edward Gibbon, el celebre autor de la decadencia y la caída del imperio romano, dijo que la corrupción política era el síntoma más infalible de libertad constitucional. Quizá tenía razón; porque donde hay libertad para obedecer, hay también libertad para desobedecer. Algunos de los funcionarios de Salomón decidieron que ellos estaban por encima de la ley, y los inocentes sufrieron grandes penurias. 

Comentarios

Entradas populares