Un mundo entre dos mundos

Nada de lo que sucedía a su alrededor le importaba, todo su mundo giraba en torno a ella, conversamos un rato para ver como iban las cosas allí dentro, y todo iba bien, estaba encantado, y mientras el encanto dure, no hay noción de la realidad, se vive en otro mundo, un mundo imaginario. Todo gracias a ella, a la ninfa de cabellos de oro y sonrisa de plata, que para él, era su ángel guardián, para los demas era una chiquilla intocable que tenía que terminal su proceso de desarrollo cuanto antes. Luego me dice uno de los cautivos- esa es la hija de la cubana, la señora de la cosina- ah, que interesante, la hija de la cubana, alguién que entra y sale todos los días, dos mujeres en medio de tantos hombres, una viene a preparar alimentos para los hambrientos, convirtiendose en madre de todos y otra tranquilizando los ánimos de los violentos con sus encantos adolescentes. El mundo gira en torno al amor, la paz y la guerra, el amor  y el odio, todos los días son ellos los que mueven el pensamiento del hombre. Algo no andaba bien, las miradas iban de un lado a otro, del pasillo a la puerta, de la puerta al custodio. Yo sabiendo sin saber, entendí rapidamente que algo se estaba gestando y comencé a salir. En el camino conseguí un viejo amigo que me habia enseñado a mover las piezas en las primeras de cambio de la carrera universitaria, entre buhoneros y alborotos, historias de maldad y otras malicias, allí sentado en la acera de la quinta avenida se jugaban de quince a veinte partidas diarias, ese también era otro mundo dentro del mundo, en pleno centro de la ciudad en medio de una sociedad corrompida por el pecado. Allí estaba el Caraqueño, con su mirada cabísbaja y sin ningún encanto de nada, me miró de reojo con desprecio y verguenza, caminó alrededor sin hablar, ya casi estaba al borde de la locura, esa locura interna que se gesta dentro del hombre por su remordimiento de culpa, y estalla por la presión del encierro. Luego ví un viejo amigo de mi padre, uno que le acompañaba en sus recorridos diarios de guerrilleros sin causa, cuyas armas que llevaban eran una bombona de aguardiente barato, y entre historias, chistes y chismes del pueblo, pasaban sus ratos de compañeros de luchas, luchas internas de cada uno de ellos, cada quíen tenía algo que contar de si mismo, de la mujer que se le fué con otro, o del trabajo que nunca llegó o simplemente de sus hombrias de peleas callejeras. Lo cierto es que cuando lo ví la ultima vez en el velorio del compadre chico, cargaba su libreta de banco, -aquí hay real- decía, muy emocionado de tener pensión sin haber tenido nunca un trabajo estable en ninguna parte, solo sus contratos de campesinos, recoger maiz, aguacate, cambures, entre otras cosas que le alcanzarán para comprar su pichón de cocuy. Allí estaba, encerrado en su mundo fantasioso, alegre, sonriendo,-ah vichito- me dijo; en señal del saludo de mi padre, y la lisonjería de conceguir algo a cambio como de costumbre, le saludé sin mediar palabra alguna, solo una sonrisa para despedirse, eran dos mundos distintos, un mundo alcoholizado por tantos años de bebidas desmedidas, cuyo cerebro no funcionaba normalmente dentro del mundo racional, ¡ pero me vió y me reconoció!, dentro del mundo de la fantasía también se reconoce al otro como uno mismo, son como sueños entretejidos de una realidad en medio de otra, cuyo umbral no puedes pasar. De este lado otro mundo de estudios y prohibiciones, legalista y de buenas constumbres a regaña dientes, encerrado por un instante de visita en el mundo de los cautivos. -Aquí no sale nadie- dijo uno de los jefes del recinto que estaba segundo al mando, y atravezó una vieja bicicleta de reparto en medio de la puerta y se paró en frente, - este es un motín, aquí no sale nadie- dijo. Y comenzó a dar ordén a todos los de la visita, -hagán una fila, todos sentados en el piso, aquí se prendió la guerra- y comenzó la lluvia de plomo por todas partes, ráfagas de aquí para allá y de allá para aca, era una guerra campal. Todos tirados en el piso preso del pánico y la desesperación del encierro, allí estaba yo, encerrado en un mundo al cual no pertenecía, cuyas balas eran verdaderas dentro de una realidad inevitable, no podía salir, al menos por ahora, pero al menor descuido del segundo al mando, tenía que escapar por mi vida, era cuestión de vida o muerte, tenía que hacer algo...

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